Los sistemas de seguridad avanzan a pasos agigantados, pero paralelamente, también evolucionan las técnicas empleadas por los ladrones, para poder entrar en las casas de la manera más rápida y efectiva. La seguridad del negocio, la seguridad del hogar… son objetivos demasiado importantes para que, sólo dependan del factor humano.
Se ha dicho, en muchas ocasiones, que el factor humano resulta fundamental, para no caer en los engaños de los ladrones o revelar información que les sirva de ayuda. Sin embargo, a menudo, estas precauciones y prevenciones, pueden no ser suficientes, ya que la constancia y sofisticación de los delincuentes, pueden pasar por encima de las medidas de previsión de los ciudadanos.
A sabiendas de esta realidad, vale la pena contar con dispositivos que traten de garantizar, que la propia vivienda o el negocio familiar sean infranqueables. Se trata sin duda, de elementos de cierre de la seguridad del hogar, los cuales, demuestran su utilidad y fiabilidad cuando el factor humano ha sido superado, por ejemplo, por las técnicas de ingeniería social que emplean los ladrones.
A día de hoy, hay muchos sistemas de seguridad basados en alta tecnología, pero este texto se va a centrar, básicamente, en los detectores de alarmas.
¿Qué son los detectores de alarmas?
Las primeras alarmas, servían para avisar a quienes, en caso de suceder alguna incidencia, tenían que intervenir y se accionaban de manera manual. Por lo tanto, su utilidad se ceñía a los casos en los que sus beneficiarios, ya se habían percatado de que se estaba cometiendo algún hecho contra ellos o sus propiedades.
Con el tiempo, estos servicios fueron modernizándose y se implantaron, las alarmas que funcionaban sin necesidad de que un gesto humano, pusiera en marcha el mecanismo de aviso. Por consiguiente, estos dispositivos resultaban idóneos, para avisar de diversas incidencias sin que hiciera falta, haber percibido los efectos de la incidencia. Sin lugar a dudas, en este salto de calidad, estribaba el punto de inflexión en el campo de las alarmas. La metáfora relativa a que estos sistemas de alarma funcionarían como los sentidos de sus propietarios, podría considerarse representativa.
Estas alarmas, pueden definirse como sensores, esto es, mecanismos con capacidad para alertar de modificaciones en las magnitudes. No en vano, la captación de estas variaciones, es lo que las identifica con modernos sensores. La magnitud cuyas oscilaciones sean capaces de identificar, será la que determine la clase del sensor en cuestión: movimiento, temperatura, etc.
Estas oscilaciones serán enviadas, en forma de señales, a una Central Receptora de Alarmas (CRA), la cual cuenta con personal capacitado para interpretar la importancia de dichas señales y, poner en funcionamiento los protocolos de seguridad al uso.
Desde las alarmas originarias hasta los sistemas de seguridad basados en los sensores, se ha producido una significativa evolución, marcada por la integración en sus dispositivos de los más modernos sistemas de detección.
Los sensores más habituales en casas y negocios
A continuación, se relacionan las clases de sensores de más frecuente utilización, para garantizar la seguridad de los recintos. Los tres primeros, son los más comunes y se enmarcan en la categoría volumétricos.
– Los infrarrojos o PIR (por las siglas, en inglés, de Passive Infrared) detectan, mediante un pirosensor, la radiación que genera una persona, la cual implica una modificación de la temperatura en su área de movimientos.
– La tecnología microondas (MW) se fundamenta en las oscilaciones en el efecto Doppler. Éste depende, de la creación de una frecuencia de onda entre emisores y receptores. Un cambio de frecuencia en esta área (por ejemplo, por el salto de un ladrón) modificará, la frecuencia y dará la señal de alarma.
– Los infrarrojos/ultrasonidos, son sistemas de detección, basados en los dos sensores volumétricos anteriormente citados. Esta doble tecnología, resulta más efectiva que los sistemas reseñados en solitario y minimiza los casos de falsas alarmas.
– Los magnéticos perimetrales, se fundamentan en la creación de un circuito cerrado de campo magnético y están especialmente indicados, para las ventanas y puertas.
– Los sísmicos e inerciales, sirven para detectar los golpes que se dan sobre determinadas bases, por lo que, por ejemplo, resultan de gran utilidad en las cajas de caudales.
– Los de rotura de cristales, dependen de unos detectores microfónicos que, avisan del sonido agudo que se produce cuando se destroza un cristal.
– Los de barreras infrarrojas se parecen a los PIR, pero, en estos casos, están compuestos por emisores y receptores infrarrojos colocados frente a frente.
Por otra parte, la conexión a las CRA, se puede llevar a cabo mediante cableado y radio. La primera es más costosa y antiestética que la segunda, pero minimiza los supuestos de falsas alarmas y tiene menos peligro de desconexión.
Como conclusión
Como se ha podido comprobar, el mundo de las alarmas ha avanzado extraordinariamente, por lo que disponer de estas garantías últimas de seguridad, está en manos del propietario. Vale la pena realizar una inversión que, facilite protocolos de actuación en caso de robo y evite males mayores.