Normalmente, las mascotas se quedan en casa cada vez que salimos. Es lo más común, pero rompe la dinámica de los sistemas de seguridad en el hogar, que pretenden vigilar el interior de la vivienda cuando se supone que no hay nadie. Porque resulta que los animales domésticos sí son «alguien». Entonces, ¿es incompatible tener un sistema de seguridad del hogar y tener una mascota? Vamos a verlo.
¿Cuál es el problema?
Los animales interfieren con los sistemas de seguridad, lo que puede inutilizarlos para proteger el domicilio. Un sensor de movimiento podría saltar cuando la mascota se pasea por la casa, llevando al traste su efectividad.
Por un lado, podemos encontrarnos con falsos positivos que hacen saltar la alarma una y otra vez, una auténtica molestia. Por otro lado, podríamos ignorar los avisos por pensar que la alarma ha saltado por nuestro perro, cuando podría haber sido una persona. En ambas situaciones, lo que pretende ser una medida de protección se convierte en un problema. ¿Cómo solucionarlo?
Animales y sistemas de seguridad en el hogar, una relación posible
Existen métodos que conviene valorar en un hogar con mascotas.
Sensores de movimiento con discriminación
Algunos sensores de movimiento pueden calibrarse para que ignoren el movimiento de cuerpos de un tamaño determinado. La discriminación volumétrica es especialmente útil en el caso de los animales domésticos, ya que permite que perros pequeños y medianos estén en casa sin que salten las alarmas. Por ejemplo, podemos configurar los sensores para que ignoren cualquier cuerpo de menos de 15 o 20 kilos. Fin del problema.
Sin embargo, existen algunos inconvenientes. Aunque son animales de pequeño tamaño, la extraordinaria movilidad de los gatos los convierte en un reto para los sensores de movimiento, incluso con discriminación volumétrica. El peso de un gato puede sumarse al del mueble sobre el que se sube, haciendo que el sensor lo detecte como un cuerpo en movimiento de gran tamaño. Lo considera un intruso y, por lo tanto, salta la alarma.
El sensor con discriminación volumétrica tampoco parece ser una buena opción si tenemos perros de gran tamaño, que prácticamente son como una persona en volumen y peso.
Proteger las entradas
Un método muy efectivo es configurar el sistema de seguridad para que los sensores de movimiento de la vivienda solo se activen cuando se encienda la alarma, y que esta solo lo haga si alguien entra por la puerta.
Proteger la puerta con sensores de entrada forzada o movimiento de paso nos permite tener inactivos los sensores de movimiento del interior. Como solo se activarán cuando haya una alarma, la mascota no será una molestia.
Limitar espacios
Como alternativa o complemento de las soluciones anteriores, en ciertas circunstancias quizá sea necesario habilitar una habitación o espacio en el que dejar a la mascota cuando salimos. Esta zona estaría libre de sensores. La mascota, separada del resto de la casa, no interferirá con el sistema de seguridad.
El inconveniente de esta solución es que debemos acostumbrar a la mascota a quedar recluida en ese espacio (que no tiene que ser necesariamente incómodo, por supuesto). También exige que nos acordemos de hacerlo cada vez que salgamos de casa.
Soluciones profesionales
No tenemos por qué renunciar a la seguridad de nuestro domicilio ni a nuestros queridos animales de compañía. A la hora de acudir a los profesionales para que instalen uno o varios sistemas de seguridad en la vivienda, conviene explicarles el «factor mascota». Así, podrán valorar y diseñar el mejor plan de seguridad. Según sean las características del inmueble, el nivel de seguridad buscado y el tamaño, tipo y actividad de la mascota, los profesionales aconsejarán una solución u otra.
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